sábado, diciembre 27, 2008

Love will tear us apart

I tried to get to you
you treat me like this
(Ian Curtis)


Fui apuñalada.
Me encontraba cocinando luego de un largo día en la oficina. Melina vendría a las doce y tendríamos una “noche de chicas”, como nos gustaba llamar a esas noches en que mirábamos películas románticas, comíamos golosinas y hablábamos de hombres.
Preparaba pasta, ya que como era viernes podía darme el lujo de cocinar. La rutina solo me permitía comida descongelada o delivery. Además, los capelettis con salsa a los cuatro quesos eran mi comida preferida.
Mientras cortaba cubos de queso, mentalmente hacía una lista de todas las cosas que le tenía que contar a Melina. Él encabezaba el inventario. Nos había presentado una amiga en común y nos sentimos atraídos desde que nuestras vistas se cruzaron por primera vez. Él no me lo dijo, pero yo lo podía intuir. Nunca había conocido a una persona tan misteriosa.
Amaba bailar música electrónica. Supongo que esa era su manera de liberar las tensiones que había acumulado sobre su espalda durante la semana. ¡Se veía tan sexy cuando su cuerpo se dejaba guiar por las bases del drum ’n’ bass!.
Otra de sus pasiones era hablar sobre marxismo. Él solía decir que podía olvidarse de todo mientras mantenía discusiones sobre materialismo histórico. Era la persona más especial que había conocido en toda mi existencia. Naturalmente estaba fascinada por él.
En varias ocasiones y en varias fiestas, nuestros nerviosos labios se habían encontrado. Así también nuestras complicadas mentes. Pasábamos noches enteras chateando. Hablábamos de nuestras vidas, y en particular sobre nuestros problemas psicológicos. Se expresaba de una manera muy cerrada. Me encantaba intentar descifrarlo. Pero sabía que podía enamorarme de él, y eso me aterraba.
Melina me decía que dejara fluir las cosas, que nada estaba predicho y que mi situación pasada no determinaba nada. Hacía poco que había terminado mi primer noviazgo real, es decir, de más de un mes y con presentación de padres. Estaba frustrada con respecto al amor. O mejor dicho, escéptica.
Pero era viernes y no iba a ahogarme en mis absurdos y no conducentes pensamientos.
Puse New Order en el equipo de música y mientras esperaba el hervor del agua, cerré los ojos y deje que mi cuerpo se liberara con la música de los ex Joy Division. Pensé en el pobre de Ian Curtis, que cuando conoció al amor su mente no lo dejó disfrutar. Y en su trágico final, con sus pies meciéndose en el aire, mientras perdía veintiún gramos.
Prendí el primer porro. Necesitaba de medidas drásticas si quería darles asueto a mis pensamientos. Ninguna tormenta mental iba a arruinar esa noche. Ni el fin de semana.
Me puse el vestido negro con lunares blancos que había comprado en el Ejército de Salvación. Maquille mi rostro como lo hacía cuando salía (ojos delineados arriba del parpado, mejillas rosas y labios rojos). No había motivos por los cuales arreglarme tanto, pero mientras lo hacía se sentía bien.
El agua ebulleció y metí los capelettis. Puse a calentar la salsa y fui al living a seguir bailando y fumando.
Sonó el timbre. Miré el reloj y eran recién las diez. Melina jamás llegaba temprano y tampoco a horario. Contesté el portero y una voz me dijo desde el otro lado: “hola nena, necesito hablar con vos”. Era él. Por mi espalda corrió un escalofrío. Yo nunca le abría las puertas a nadie, pero era él, el de los labios conflictivos e ideas confusas. Agradecí haber fumado.
Lo hice entrar. Tardó años en llegar a mi departamento.
Nos saludamos con un abrazo fuerte, de los que cuesta despegarse. Estaba muy lindo, pero en algo había cambiado, aunque no podía deducir en qué. Nos sentamos en el sillón y me preguntó que estaba haciendo, lo cual era una pregunta bastante sencilla para haber sido producto de su mente. Tal vez él también había estado fumando. Le conté que estaba cocinando (lo invité a cenar) y que a las doce vendría Melina. Sus cejas se fruncieron y consternadamente miró al piso.
La habitación quedó en silencio. Sus ojos empezaron a recorrer mi cuerpo de una forma extraña, pero sensual a la vez. Tomándome en sus brazos, me besó. Me sentía bien, aunque un poco insegura ante su determinación. Nunca había actuado tan impulsivamente.
Estaba pasando. El pasado iba quedando mas lejos y el ahora, aunque impredecible, se tornaba excitante. Solo sentía y me dejaba llevar. ¿Pero llevar a dónde?.
Mi mano se deslizó dentro de su remera. Creyendo percibir algo extraño, la retiré vertiginosamente. Invadida por la curiosidad, volví a escurrir mis dedos entre su ropa, topándome con una estridente frialdad.
Me miró y sonrió perversamente.
Comenzó a acariciar mi rostro, mientras el cantante de New Order coreaba “love will tear us apart”. Me besó y sentí como la frialdad que había sentido antes en él, iba atravesando lentamente primero mi ropa y luego mi piel. Y otra vez. Y otra vez.
No podía gritar. Ni siquiera sé si realmente quería hacerlo. Eran todas mis relaciones amorosas repitiéndose, siendo plasmadas en ese instante. Ese instante que bien las representó a todas. Siempre creí que el amor me iba a salvar, que era lo esencial en esta vida terrenal. Lo que me había guiado en toda mi vida, esa constante búsqueda me resultaba tan estúpida ahora. Mi vida entera me resultaba estúpida. Veinte años dedicados casi exclusivamente al amor. ¡Que ingenua!.
Me arrastró hasta la cocina y me sirvió un plato de comida. Se sirvió para él también y sentado a mi lado, se dispuso a comer. De a ratos me besaba con una pasión que jamás había conocido. La sangre no paraba de salir.
Terminó de cenar, se levantó, me besó por última vez y se fue.
Ya hacen varios minutos desde que mi cuerpo dejó de responder a mi voluntad. No puedo moverme. Intento adivinar que hora es: tengo que aguantar hasta las doce.
Siento como las últimas gotas de sangre se escapan de mi cuerpo.
Lo había dejado entrar. Me había dejado llevar. Había silenciado mis pensamientos. Creía que todo se aclaraba a mis ojos, pero ahora veo que todo cae: ¿tengo que aguantar hasta las doce?.

domingo, diciembre 21, 2008

personas de verano

A dice:
falta poco para tu cumple
A dice:
te da alegra o te da igual
L dice:
me da alegria por el lado de que es como cerrar una etapa
L dice:
y comenzar con la -------atucomplacienteysuficiente
L dice:
pero por otro lado me jode ingresar en los 20 y tantos
A dice:
y si
A dice:
te llamo ese dia y te tiro las orejas a distancia
A dice:
yo espero para es entonces haber hecho algun progreso , cambio, o algo
A dice:
si no es la personalidad, al menos que este mas bronceada jajajaja
A dice:
voy a aumentar las actitudes de persona de verano
L dice:
jajajajajajajajajajaja
L dice:
claro
L dice:
es que esa es la idea
L dice:
porque la persona de verano no piensa, y es superficial, por lo tanto un poco autosuficiente
A dice:
tampoco tanto, necesita del espejo
A dice:
y de la aprobacion del resto de la gente
A dice:
muchas personas de verano son personas de invierno encubiertas
A dice:
o viceversa
L dice:
si , eso seguro
L dice:
eee que bien, captaste la idea de persona de verano a la perfeccion aunque apenas te la expliqe
L dice:
creo que el ejemplo qe te di fue contundente
L dice:
jajaja
A dice:
no seas tan mala con T
A dice:
aunque tenga mail de persona de verano
A dice:
estudia carrera de persona de invierno/otoño
L dice:
va a tea
L dice:
y creo que ----- es la unica materia qe estaba haciendo de nuestra carrera
A dice:
ah, tanto no se de la vida
L dice:
yo porqe soy chusma
L dice:
jajaja
A dice:
jajajaa y de donde sacaste eso?
A dice:
ya se, fue G
L dice:
me lo conto S, que viajaba con ellas y escuchaba siempre lo que hablaban
L dice:
se quejaban de que los hombres las quieren solo para tener sexo
A dice:
nada nuevo bajo las nubes
A dice:
tarde o temprano siempre nos pasa
A dice:
mas temprano que tarde
L dice:
ojala me quisieran solo para sexo, al menos un rato
A dice:
OJALA
L dice:
siempre es "vos no sos una chica para boludear y yo ahora quiero joder"
L dice:
grrr
A dice:
"pero yo tambien quiero joder. jodamos juntos"
A dice:
jajajajajajaaja
L dice:
exacto
L dice:
ajajajaja

jueves, noviembre 20, 2008

...y de nuevo: la vida circular.

miércoles, noviembre 12, 2008

Little Boy

Mi nombre es Paul. Paul Tibbets para ser mas preciso. Coronel de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de Norteamérica. Mi papá siempre quiso que fuera militar, mi mamá soñaba con tener un hijo médico, pero con el magro sueldo que recibía mi padre no teníamos dinero para que fuera a la universidad. La única opción que parecía posible era alistarme en la Fuerza Aérea. Y así lo hice en el año treinta y siete, entre lágrimas y felicitaciones de mis padres.
No me costó acostumbrarme a la vida dentro del ejercito, era casi como la vida que llevaba en casa (una madre muy estricta, dirían algunos), salvo las largas y extenuantes jornadas de ejercicios. Lo único que me molestaba era estar lejos de mamá, porque a pesar de ser varón yo era muy unido a ella. Compartíamos muchas cosas, disfrutábamos mucho bailar acompañados de la voz de Ella Fitzgerald (que era nuestra favorita, aunque a mamá la hiciera llorar a veces); tomábamos largos baños con espuma, íbamos juntos a hacer las compras, escuchábamos programas de radio y adorábamos cocinar juntos. Pocos pueden decir que su madre es su mejor amiga, y yo tenía el orgullo de decirlo.
Durante la campaña en Alemania nos mandábamos cartas una vez a la semana al menos. Ella me contaba de sus peleas con papá, lo que se comentaba en los programas de radio sobre la guerra, y como se las arreglaba sin mi. Siempre terminaba las cartas de la misma manera “te extraño Paul, no hay noche que no deje de soñar contigo”. Lo cierto es que yo también soñaba todas las noches con ella, con nuestros bailes en la sala de estar, con las salidas que hacíamos al cine, con nuestras noches en la tina cuando papá se iba a jugar póker, pero lo que me quedaba resonando en la cabeza todo el día era su sonrisa: la forma en que sus labios se extendían y las comisuras se hundían en sus preciosas mejillas rosadas, los dientes blancos como perlas que apenas se asomaban entre esas carnosas líneas color carmín, y la manera en que sus ojos se achicaban y se llenaban de brillo. Mi madre era una mujer bellísima.
Durante la campaña de bombardeos en el frente nazi fui ascendido de rango y mamá se mostró más orgullosa de mí de lo que estaba habitualmente. Mis superiores comenzaron a mirarme con otros ojos, muchos de ellos decían que yo era la promesa de la Fuerza Aérea Norteamericana, que si todos los chicos fueran como yo la guerra la hubiésemos ganado en tan solo un mes. Como premio de esa excelente campaña me enviaron a casa. Iba a ver a mamá de nuevo. Tenía tanas ganas de abrazarla y de contarle todas mis hazañas.
En América me recibieron como a un héroe. Se me hincho el pecho de emoción al bajar del avión y ver a cientos de periodistas esperándome y encegueciéndome con sus flashes. Di una breve conferencia y me fui a mi casa rápido como un avión de los que piloteaba. Ma y Pa me estaban esperando con una rica cena, mi preferida: pavo con papas a la crema. Mamá lloró mucho esa noche y yo no podía soltarla de mis brazos.
Pasadas unas semanas me llego una carta del ejército. Tenia que presentarme en el cuartel para partir hacia la isla Tinian, la cual me habían comentado que era la mayor base aérea norteamericana y que se encontraba a seis horas de vuelo de Japón. No sabia como darle la noticia a mamá, se iba a disgustar mucho. Nos estaban separando de nuevo.
En la isla la vida era muy diferente a la del frente Alemán. Era un lugar soleado, con una hermosa playa, como las que se ven en las revistas y un ambiente muy relajado entre los chicos. Jugábamos beisbol todos los días, escuchábamos música a toda hora y teníamos bastante tiempo libre, salvo por las misiones de bombardeo a las ciudades japonesas. El ejército trajo a un grupo de chicas, que iban a ser nuestras enfermeras. Los muchachos se desesperaron, y comenzaron a flirtear constantemente. Me divertía mucho verlos y recordar las lecciones de ciencias naturales en el colegio, donde veíamos los rituales de apareamiento de los animales. Tom y Dutch, mis preferidos del regimiento a mi cargo, eran los peores. Se convirtieron en perros en celo, solo faltaba que orinen sobre las chicas para marcar su territorio. A mi todo eso no me llamaba la atención. Mamá solía decirme que una chica bien no es atraída mediante esos mecanismos, así que yo nunca intente coquetear con las muchachas.
A fines de Julio mis superiores me informan sobre una misión secreta que estaría a mi cargo. No me especificaron en que consistiría, solo me dijeron que acortaría la guerra en por lo menos seis meses, lo cual me pareció algo extraordinariamente bueno, considerando la cantidad de compañeros muertos que había por día. Debía preparar a los muchachos para esta misión única, en donde no podíamos fallar. Japón no quería rendirse. Uno de mis jefes me especifico seriamente que transmita a los muchachos que no podrían escribir mas cartas a sus familias, ni llamados telefónicos, para así asegurarnos de preservar en secreto el plan. No me anime a preguntar, pero no entendía si esa orden corría también para mi. ¿No más llamados ni cartas a mamá? No podía ser. No podían separar aun más ese lazo que nos unía con ma. Yo me había portado muy bien, había seguido las ordenes al pie de la letra, no contradecía a mi capitán y sabia muy bien guardar secretos, así que ¿por qué me hacían esto? No dije nada, no objete esta orden, pero la iba a romper. Nada era más importante que mi madre.
Esa misma noche, mientras los chicos bebían y trataban de conseguir acostarse con alguna de las enfermeras, me escape y la llame. Se puso muy contenta de oír mi voz. Me contó lo contenta que estaba de tenerme de hijo y que esperaba con ansias el fin de la guerra así podríamos estar cerca, muy cerca. Le advertí que no sabía cuando podría volver a llamarla, y ella me dijo que estaba bien, pero que me cuidara y que no dejara que ninguna chica fácil me tocara. Siempre se preocupó mucho por que las muchachas que me rodearan fueran educadas con buenos valores.
El cuatro de Agosto reuní a mis hombres para detallarles el plan. Les mostré el mapa de la ciudad que sobrevolaríamos y el punto exacto donde deberíamos actuar. Nunca había visto un blanco tan bueno en toda la guerra. Era un puente con forma de T, que unía tres ríos y que cruzaba a la ciudad por el medio. Partiríamos ni bien los primeros rayos de sol aparecieran por sobre el Pacifico. Los nervios me comían por dentro. Mientras preparaba todo minuciosamente, uno de mis chicos me hizo dar cuenta de que el avión no tenía nombre. No lo dude ni por una centésima de segundo: llevaría el nombre de mamá. ¿Qué mejor homenaje a esa increíble mujer podía hacerle yo?. Era el punto máximo de mi carrera militar y ella estaría allí de alguna forma u otra. Y así lo hice. Tome un tacho de pintura negra y dibuje las letras de su nombre sobre el plateado acero. Enola Gay seria el nombre que todos recordarían.
Era ya la madrugada del cinco y mis hombres se impacientaban cada vez más. El científico de la base me dio unas píldoras que deberíamos tomar si ocurría algún problema. Luego de seis minutos de haberlas tomado todo habría terminado y sin el mas mínimo sufrimiento. Cianuro dijo que contenían.
Salimos a la pista que estaba repleta de soldados. Todos los de la base estaban allí aplaudiéndonos y despidiéndonos. También había muchas cámaras y flashes. Parecía un estreno de Hollywood. Nos subimos al avión y un muchacho me dijo desde abajo que saludara, y mientras el viento helado del amanecer soplaba entre mis dedos, me tomaron la última fotografía antes de partir.
El pequeño niño que llevábamos en el vientre pesaba mucho, así es que el despegue seria la parte mas peligrosa de toda la misión. Mantuve a Enola en la pista el mayor tiempo posible. Debía ser una maniobra suave y lenta. Tome el volante despacio, con los dedos casi rozándolo y mientras lo manejaba pensaba en esas noches de amor con mamá, en su piel delicada y como mis manos rodeaban su cintura mientras la espuma nos cubría el cuerpo. Casi al final de la pista la hice volar. Me gustaba siempre hacerla esperar, hacer todo sumamente despacio, cuidando de todos los detalles.
Luego de dos horas de vuelo, preparamos a Little Boy para que haga su triunfal actuación. Divisamos entre las nubes el puente con forma de T y nerviosamente avisamos a la base. “El juez se fue a trabajar” era el código.
Como las gaviotas que se ven en la playa con los últimos rayos de sol, planeamos sobre la ciudad. Enola quería parir a ese hijo prodigo del que tanto se hablaría en el futuro. Su vientre se abrió y Little Boy salió. Era increíblemente bello y todos sabíamos que se convertiría en el orgullo de la nación. Gracias a él la guerra concluiría antes.

lunes, noviembre 10, 2008

Antropofagia

Era la hora del almuerzo y los gerentes ya se habían retirado a los costosos restaurantes donde comerían riquísimos manjares. Desde las once de la mañana que la imaginación atormentaba a Julio. Insistentemente lo perturbaba con imágenes de sus comidas predilectas y su estomago gruñía con tanta fuerza que le resultaba trabajoso disimular el ruido frente a los clientes.
El muchacho encargado de la Caja 1 se acercó a su cubículo y esgrimiendo una sonrisa, porque sabia que era casi imposible una negativa frente a su pedido, le preguntó si podía cubrirlo hasta que volviera de almorzar, ya que Pedro, el que se encargaba siempre de atender la caja en su remplazo, estaba enfermo. Julio asintió. Iba a tener que soportar una hora más sin probar bocado.
Al cabo de una hora de espera, que le parecieron décadas, y de una lucha con sus necesidades básicas (necesitaba usar el baño con urgencia), Julio vio llegar, con cara de sueño y felicidad al muchacho.
Julio se levantó rápidamente, como reaccionando a una picadura de algún insecto tropical, esos que son de hermosos colores pero que contienen venenos letales. Casi se olvida de su saco y el celular. No le importó tener que empujar a un grupo de clientes que hacían cola aprovechando sus horas de almuerzo en el pago de facturas. Fuera del banco la luz del sol arremetió contra sus pupilas y lo dejó ciego por unos instantes, pero nada le impediría llegar hasta la cantina de Don Manuel.
Abrió la puerta del local con tanta fuerza que el ruido hizo que todos los comensales se dieran vuelta para mirarlo. Su mesa estaba ocupada por una bella y joven señorita, que en otra ocasión habría sido victima de los encantos de Julio. Pero hoy el hambre era lo más importante.
Pidió lo de todos los miércoles: asado con papas fritas. Sabía que se tenía que cuidar de las grasas porque el colesterol le había salido alto, pero ni su mujer ni su médico estaban ahí para controlarlo. El plato, inusualmente, estaba tardando mucho en llegar. Se comió todos los grisines de la panera.
En eso ve acercarse a Josito, el mozo, con la bandeja cargadísima de cosas. Se dirigía hacia él. Apoyó el plato con las papas fritas y la botella de gaseosa. Empezó a levantar un plato gigante, que parecía ser muy pesado. Lo colocó justo en el medio de la mesa. Julio lo miró y se horrorizó. Tenía que comerlo sí o sí, pedir otro plato tardaría mucho.
Agarró el tenedor como con miedo y lentamente lo llevó hacia ese trozo de carne sangrienta. Temía pincharlo y que se moviera. Parecía un feto que no había terminado de desarrollarse.
Con los ojos entreabiertos y la mano temblorosa pinchó la carne. Podía sentir como el tenedor atravesaba la carne roja, y como esta se resistía a ser pinchada. Creyó oír un grito, pero se convenció de que era su imaginación. El tenedor llegó hasta el fondo y comenzó a sacarlo. Borbotones de sangre comenzaron a surgir de los agujeritos que habían provocado los dientes del tenedor. No podía mirar este sanguinario espectáculo, pero tampoco podía retirar su vista de él. Su estomago gruñó, pero esta vez de repulsión.
A los pocos segundos la sangre dejó de salir, pero el plato ya estaba inundado. Tomó el cuchillo con su mano derecha y cobrando valor cortó un pedazo de carne, uno pequeño. Con asco lo llevó hacia su boca, donde sus dientes comenzaron a masticarlo. Estaba muy fibroso. Podía sentir como cada vez que sus dientes se apretaban, la sangre salía del pedacito de carne y se escapaba por sus comisuras. Tomó un trago de Coca para poder pasar el trozo sin sentirle el gusto. Sabía extrañamente horrible, pero no podía no comerlo. Quedaría como un niño de mamá frente a todos los que se encontraban allí.
Decidió mezclar el sabor asqueroso del asado con el de un par de papas fritas. En eso pasó Josito y con una sonrisa perversa le preguntó que tal estaba la comida. Mintió. Dijo que muy rica, como era de costumbre.
Hacía unos minutos que un policía miraba la cantina desde afuera. Entró y se dirigió directo hacia el mostrador donde estaba Don Manuel. Desde donde estaba Julio parecía un interrogatorio. Solo logró escuchar algo sobre un niño que desde algunos días se encontraba perdido.
Le quedaba la mitad y solo tres papas para poder disimular el sangriento sabor en su boca. Para colmo la carne se había enfriado y puesto más dura y fibrosa. El Tramontina luchaba contra el pedazo de asado. Julio recordó el artículo sobre los aborígenes de Trobiand, que según la revista Selecciones, debían comer a sus padres. La palabra antropofagia resonó en su cabeza por un largo rato.

domingo, junio 29, 2008

¿como saber quien soy si aun no he despertado?

Durante mi gestación, mi madre leía las obras completas de Sherlock Holmes entre cucharadas de mayonesa y helado. Muchos dicen que la música que escuchen las madres llegara al bebe. A mi me llegaban las palabras que contaban las aventuras del detective.
Recuerdo vagamente el ritual de ir a dormir. Me lavaba los dientes con el cepillo de los Picapiedras, me ponía un pijama, abrazaba a la manzanita y esperaba a mi papa. Recorrimos todo medio oriente con Scherezada como guía y corrimos al conejo blanco con Alicia.
En el living de mi casa había un biblioteca que cubría dos paredes, pero yo no advertía los placebos que descansaban sobre esos estantes.
A los cuatro años nació mi hermano, y mi creencia de ser el centro del mundo se desvaneció. Había nacido un opositor, que me robo la completa atención de mis padres. Tenia que hacer algo para volver a captar los ojos de los mayores. No me convencía del todo pintar paredes, ni enfermarme. La respuesta la encontré en esas dos paredes de la sala de estar. Comencé con los títulos de una colección de libros del diario Pagina 12. De a poco iba asociando letras. Esos garabatos comenzaban a cobrar sentido, o por lo menos sonidos. Aprendí a escribir mi nombre, con una E invertida entre la última L y la A; los nombres de mis padres, el de mi hermano y el de mi abuelo. Y me compraron mi primer libro: "Cocoquita, la gallinita mamita".
Así pasó un año, hasta que llegó el comienzo de clases. El primer día estaba asustada y sola, no conocía a ninguno de esos otros chicos y me intimidaban. Me emocionaba aprender ingles, para entender y poder cantar las canciones del beatle Paul Mc Cartney. Mi maestra de los primeros años de colegio ejerció una fuerte influencia sobre mi, y en mi temprana concepción del mundo. Nos explicaba filosofía y ecología. Nos hacia amar a Borges, sin que ninguno de nosotros supiera quien era ese viejito ciego con voz casi incomprensible. Pero a mi me gustaban las matemáticas. Mi mejor amiga era buena en lengua. Parecía como si nos hubiésemos repartido los gustos.
Me oponía a leer. Mis papas inventaban todo tipo de trucos para que yo leyera, pero no había caso. Hasta que descubrí la biblioteca del colegio y los cuentos de terror que había en ella. Me fascinaba asustarme con esas historias de bichos, enfermedades y muertos vivientes. Recuerdo muy bien que antes de entrar al quirófano por una peritonitis, mi madre me leyó el cuento de Edgar Alan Poe, El Corazón Delator.
Mi amor por los cuentos de terror continuo hasta los doce. Socorro de Elsa Bornemann era mi libro preferido. Debe de ser por efecto del cuento de la almohada de plumas que ahora tengo alergia a ellas.
No se bien porque se despertó en mi una inmensa pasión por todo lo que tuviera que ver con la astronomía. Devoraba así libros de Carl Sagan e Isaac Asimov, que pocas veces lograba entender.
Mi adolescencia fue como todas las demás adolescencias de chicos posmodernos: depresiva. Mi autor preferido era Kafka, que creaba esos ambientes en donde yo me sentía a gusto. O mejor dicho, me sentía un poco identificada con sus personajes (en su mayoría llamados K). Empecé a leer a este autor de pelo engominado y de rasgos duros, después de que mi padre me dijera que era muy chica como para comprenderlo. Por algún lado me tenía que rebelar, aunque sea mínimamente.
Comenzó la búsqueda de identidad de todo típico chico de dieciséis años. Leí a Garcia Marquez y sus cien años de soledad (los cuales creo que son condición necesaria para que vuelva a leer algún otro libro de él), Tolkien y su señor de los anillos, Conrad con su corazón de las tinieblas, y Lovecraft con sus cuentos místicos.
En el último año de colegio, un chico con el cual éramos un poco mas que amigos, me recomendó un autor argentino que creaba ambientes obscuros como los del austriaco: Roberto Arlt. No podía despegar mis ojos de sus cínicas palabras. Balder (de El Amor Brujo) paso a ser mi primer amor literario. Tan duro, sarcástico, poco sensible. Cuantas ganas tenía de ser como él.
Así llegue al fin de mi vida dentro del colegio, todavía sin saber quien era y hacia donde quería ir. Cuando vuelvo mi vista hacia esos años, veo a una nena sumergida en una profunda letargía, con pequeños momentos de sensaciones demasiado fuertes para alguien de tan poca edad. En ese momento de mi vida fue cuando empecé a escribir. Poemas sobre todo y frases que quedaron colgadas en papelitos. Era mi modo de autoanálisis, una especie de catarsis si se quiere. No sabia si quería seguir dormida o enfrentarme a mi, a mi realidad, a mi ser. Leía pero solo para la facultad. Cuando termino ese año de cursada me tope con un libro que cambiaria ciertas cosas en mi y mi forma de actuar frente a los sentimientos. El arte de amar de Fromm.
Pasaron un par lecturas sin pena ni gloria. Deje esa carrera con la cual no me identificaba. Decidí tomar el rumbo de mi vida, construirme a mí y no dejar que los demás me construyeran. Justo en ese momento conocí a Raskolnikov, mi amante. Balder pasó a ser un nene de mamá. Raskolnikov estaba tan seguro de si y de lo que creía, que no podía dejar de enamorarme de él.
Conocí a Pizarnik, que iba a borrar todo prejuicio que tuviera sobre la poesía, pero que me haría replantearme cosas que no quería volver a pensar. Y a Sartre, que me mostraría que ser raro no es algo malo.
Empecé mi vida el año pasado. Lo demás es todo un sueño.

miércoles, mayo 07, 2008

estoy en la carrera qe quiero, y me gusta, mucho. pero ultimamente me siento mal conmigo, es como qe no se si soy lo suficientemente buena para esto. si mi mente da para esto.
estoy muy confundida. con todo.
es un estado en el qe no se qe hacer, si salir corriendo y dejar todo todo, completamente todo. o qedarme y no se, esperar a qe se vaya sola la confusion.
sera qe esta carrera esta cambiando mi vision del mundo?. no quiero dejar de ser yo [en escencia], pero un cambio me vendria super bien. ojala pudiera ser mas fria, mas distante, como esas personas qe no necesitan de nadie y qe se ponen metas y solo trabajan para conseguirlas. existen realmente esas personas?, bueno no se, pero quiero ser asi.
sufro demasiado siendo como soy.
quiero dormir.

jueves, febrero 28, 2008

i woke up today with the strange felling that everything had changed. am i still me?.
how to know if this is all a lie?, was i yesterday the smae person that i'm today?.
you may think that i'm paranoid, but picture this just for a second: how can you be so sure that everything that sorrounds us is real and it's not a product of our mind?.
should we follow the flow and don't think or question ourselves about this or should we find the truth?